Adiós a las Redes Sociales en 3, 2, 1…

Ha llegado el momento de desconectar de las redes sociales y recuperar el control. Os cuento los motivos, por si os sirve para reflexionar.

Son muchos meses los que llevo debatiéndome en este asunto, posiblemente años, aunque siempre ha ganado la alternativa de seguir en Facebook, Twitter, Pinterest, Instagram y compañía, esgrimiendo el argumento de que, por mi trabajo, debo estar presente en la redes sociales puesto que forman parte del actual ecosistema educativo y el conocimiento del mismo es una aportación considerable al análisis de la sociedad actual y sus implicaciones en la enseñanza y el aprendizaje, pero no es así… el precio por permanecer «en las redes» es muy alto y los argumentos para zafarme de ellas, por fin, han ganado.

¿Qué voy a hacer?

Voy a empezar por el final. He decidido saltar de las grandes redes sociales, digamos Facebook, Twitter, Instagram…, que, hasta ahora, me servían como medio para difundir los contenidos de este blog e interactuar con personas de diversos campos. Mi página web, de momento, voy a mantenerla, con algunas modificaciones, pero cambiando la perspectiva radicalmente.

Si bien, hasta ahora, he salido a buscar audiencia (relativamente, porque todo lo hace automáticamente WordPress) y me he preocupado por que llegasen mis ideas y reflexiones a la comunidad educativa, ahora voy a estar aquí para quien busque mi punto de vista. Creo que es el usuario quien debe llegar a la información, de forma activa y no la información perseguir o atosigar a un usuario pasivo.

El porqué

Nuestro comportamiento en las redes roza el absurdo y cada vez es menos humano

He observado que hay muchos compañeros subordinados, esclavizados o deslumbrados por el «like», el «retuit» y el «me gusta», y a la vez hay otros muchos compañeros que alimentan esa ilusión a base de likes, retuits, compartiendo (o meneando) la información y pulsando indiscriminadamente el «me gusta» solo por afinidad con otros compañeros, sin leer realmente el contenido, sin aportar ninguna mejora, sin contribuir a esa web 3.0… creo que hay otras formas de expresar cariño y admiración, ciertamente, más cercanas y más humanas.

Las redes no son buenas para nosotros, son buenas para la economía

Cada vez toma más fuerza la teoría que apunta a la cada vez más evidente mercantilización de nuestra atención. Las empresas buscan tráfico de datos, que estemos tiempo en su plataforma. Cuando más tiempo, más tráfico y más pagan los anunciantes o más vale la aplicación para luego venderla.

Desde hace tiempo llevo advirtiendo que el sistema de notificaciones de las apps  se basa en algo tan simple y antiguo como el condicionamiento operante (1920) de B. F. Skinner, nos enganchamos a las redes sociales por el efecto del refuerzo positivo aleatorio, indiscriminado, y eso, siento decirlo, es reducirnos a simples palomas o ratas (con todo el respeto a estos dos animales). 

La aportación educativa es minúscula porque prevalece el interés económico

Desde el punto de vista educativo me resulta alarmante la realidad a la que nos estamos enfrentado respecto a este emergente «negocio digital» (la que nos viene con el 5G es de órdago). A las empresas no les interesa crear una aplicación «all in one», estable, que funcione en todos los dispositivos y sea barata para que pueda ser incluida en cualquier sistema educativo. Es imposible proponer ahora mismo «algo» que funcione bien en cualquier centro educativo, con cualquier docente y para cualquier familia y alumno con la garantía de que vaya a cubrir todas las necesidades durante un mínimo de cuatro o seis años. Todo está plagado de aplicaciones a las que «le falta algo» porque lo tiene patentado otra empresa, dispositivos que tienen ya una hoja de ruta marcada que nos obligará a cambiarlo en seis o nueve meses por otro más potente que nos permita ejecutar esas aplicaciones que también se han subido al carro de la obsolescencia programada. El dinero manda, y eso no se va a arreglar, señores, el objetivo es ganar cuanto más y más tiempo, mejor. Hasta que nos plantemos.

La adicción y tiempo dedicado a las redes sociales nos hace daño

Ya no es una cuestión de dignidad, moral o coherencia. Un motivo de peso para bajarme de este tren es que además, nos estamos haciendo daño. Estamos elevando los niveles de cortisol por encima de nuestras posibilidades y eso tiene consecuencias negativas para nosotros y para los que nos rodean. Los efectos que las redes sociales y ciertas aplicaciones tienen sobre el estrés y la ansiedad son altamente alarmantes, y en cuanto a relaciones sociales, tanto con compañeros de trabajo como con familiares, está haciendo estragos, debilitando las existentes, sustituyendo relaciones sólidas por fantasías y alimentando conexiones efímeras, débiles e insostenibles.

¿Qué viene a partir de ahora?

A partir de ahora voy a establecer como punto de encuentro con mi exclusiva y exquisita audiencia mi página web y voy a centrarme no en «las redes sociales digitales» sino en «mi red social», las personas con las que conecto, relaciones que hay que cuidar con delicadeza, relaciones de doble sentido que merecen la pena, que captan la atención más que la pantalla del móvil y que se alimentan de afecto real, no a golpe de ratón, de clic, o de audio de WhatsApp.

¿Qué pierdo realmente?

Sacrifico una experiencia y un conocimiento directo al que ahora tendré que responder con un «bueno, yo ya no consumo ese tipo de sustancias», pero estoy convencido de que merece la pena, es una decisión que, como muchos que me conocéis sabéis que hago con las decisiones importantes, he meditado, debatido y fundamentado de forma extensa y de la que estoy totalmente convencido que no me arrepentiré.

¿Qué os aconsejo?

Os animo, no a que sigáis mi camino, sino a que penséis bien en la situación y analicéis bien el uso que estamos haciendo de le tecnología como sociedad, solo podemos cambiarla individualmente, desde dentro de cada uno, pero al igual que yo, el cambio lo podemos hacer cada uno en beneficio de sí mismo. Se pierden cosas, sí, pero edificadas en el aire… o en la nube, que viene más al caso.

¿Qué gano con todo esto?

Esto supone un giro en mi campo de estudio, del conocimiento de artefactos, dispositivos y servicios digitales para la educación, que seguiré observando y analizando detenidamente, a interesarme por la salud mental y emocional de los docentes como base para, a partir de ahí, gestionar tanto los recursos digitales como los analógicos para lograr el objetivo de mejorar los procesos educativos y contrarrestar las acciones devastadoras de los mercados sobre el bienestar de los docentes y las familias.

Pero lo más importante es lo que me va a aportar en cuanto a tomar el control de mi vida, llenar los huecos de atención a las redes sociales por actividades que me encantan como la música, el deporte o los encuentros cara a cara buenos conversadores, «gente bonica» como le llamo yo.

Os espero en la vida real, no abuséis de la virtual.

Si queréis saber más del tema…

Son muchas las fuentes donde podéis encontrar justificación a la desconexión digital, y pocas que apoyen lo contrario… cuando la batalla está ganada ¿para qué hacer campaña?

Comparto con vosotros las lecturas clave que a mí, personalmente, me han ayudado a tomar esta decisión. Os animo a consultarlas, son muy amenas de leer y son pioneras en este tema, hay más, posiblemente más importantes, pero son las que a mí me han servido y las que os puedo recomendar de primera mano.

Ya tenemos conversación si queréis quedar, la copa la pago yo.

«La civilización de la memoria de pez: Pequeño tratado sobre el mercado de la atención.» de Bruno Patino.

«Cómo hacer que te pasen cosas buenas» de Marian Rojas Estapé

«Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato» de Jaron Lanier

 

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