Estas palabras que se atribuyen a Buda no son más que otra manera de decir que «las mentiras tienen las patas muy cortas…» Hablemos un poco de la verdad, y de la mentira.
Quien me conoce bien sabe que soy un amante de la verdad, en cierta manera diría que hasta un adicto a ella. Recuerdo que en mi habitación, la de mi infancia, tenía impresos y expuestos varios aforismos, entonces me encantaban tanto como ahora, y en lo alto estaba junto al de «más vale un final con dolor que un dolor sin fin» este sobre la verdad:
«Haced todo el bien posible. Amad la libertad sobre todas las cosas y, aun cuando fuera por un trono, no traicionar jamás la verdad».
Ludwig van Beethoven
Me impactó la fuerza con la que expresa el valor de la verdad por encima incluso de la libertad y desde entonces me cautivó y guía los pasos que doy en mi vida, la cual gira en torno a la motivación de exploración, la persecución incansable del conocimiento y la honestidad conmigo mismo centrada en el cuidado de no dar pasos en falso, al menos los que se puedan evitar (hay muchos que no he podido esquivar).
Ser fiel a la verdad no se puede reducir a evitar la mentira, realmente el reto está en tener la certeza de estar frente a la verdad, de poseer la verdad y es que esa es realmente una de las razones que me han enganchado a ella, el ser consciente de su presencia, el saber distinguirla de la falsedad, e incluso del autoengaño. Recuerdo la primera vez que topé con una persona realmente sincera, mi amigo Sergio de Primaria, el hijo de mi maestra. Él era capaz de decirte, sin dudarlo, que tenías un moco en la nariz o cualquier aspecto que pensase de ti, tanto bueno como malo. La sensación de estar con él era totalmente placentera, era disfrutar de su compañía al 100%. Siempre que he estado frente a una persona que me estaba mintiendo descaradamente, o que lo hacía por vicio, me venía la experiencia de Sergio con el que no tenía que cuestionarme nada, con el que podía tener conversaciones relajadas basadas en la sinceridad, en la honestidad, en la verdad. Ahora estar con gente que miente, o que oculta la verdad, me estresa, me incomoda, la detecto a kilómetros y no suelo repetir (siempre que pueda evitarlo). Descarto a este tipo de personas en mi vida porque no aportan, al revés, frenan, son un lastre, una auténtica pérdida de tiempo. En esta vida ser honesto, admitir cuándo te has equivocado, asumir los errores y aprender de ellos es un virtud. Ser paciente, persistir, perseguir las certezas, las evidencias, las pruebas, observar detenidamente, contemplar, no emitir juicios precipitados y preguntar todo lo que sea necesario, hace que tarde o temprano aparezca ante nosotros la verdad, inevitablemente.
Perseguir la verdad es una virtud, mentir es todo lo contrario, y mentirnos a nosotros mismos es lo peor que podemos hacer. Vivir una mentira personal, alimentarnos de la ignorancia, retroceder en sabiduría, en conocimiento… ¿Qué es? ¿en qué medida podemos crecer como personas si nos autoengañamos y nos contentamos con las sombras de la hoguera y no somos capaces ni de imaginar que esas sombras son proyectadas por una luz, por la verdad que tarde o temprano terminará por desvelarse?
Esto me recuerda otro famoso aforismo:
«El secreto para mentir con impunidad es creértelo totalmente, y eso vale para engañarse a uno mismo aun más que para engañar a los demás».
Elizabeth Bear
La capacidad para mentirnos a nosotros mismos es infinita, pero es una trampa que tarde o temprano se vuelve en nuestra contra, no se puede construir nada desde ahí, al menos nada firme, nada que tarde o temprano se desequilibre y termine por derrumbar todo lo que hemos creído construir. Y es que al fin y al cabo la mentira no es otra cosa que una prisión, una cárcel, una suerte de esclavitud autoimpuesta.
«Aún peor que mentir es pasarte la vida siendo fiel a una mentira.»
Robert Brault
Edificar sobre un montículo, sobre un pico, exige perseguir un dominio del equilibrio a nivel sobrehumano y profesar un constante control sobre los eventuales desequilibrios, los cambios propios de la vida, que se traduce en una existencia entregada a la obsesión por el control de todo lo que nos rodea. Sin embargo, construir sobre una base de sustentación extensa, llana, como es la verdad, nos permite confiar en que nuestra edificación siempre va a estar nivelada, equilibrada y firme. Podrán venir terremotos, o cualquier otro tipo de accidente, pero serán accidentes, no vendrán provocados por la osadía o torpeza de haber construido sobre la mentira.
Aquí os dejo esta entrada que me apetecía compartir con vosotros en una serie de aforismos que seguiré publicando más adelante. Son entradas que no me cuesta mucho escribir en estos momentos multitarea en los que tengo poco tiempo para meterme por el blog, pero que pueden aportar bastante a nuestras vidas y provocar eso que tanto sabéis que me gusta… debate is coming!
Termino con una referencia a la mentira que me encontré recientemente viendo la serie de Netflix «Por trece razones», serie que os recomiendo encarecidamente, en la que la mentira se apodera de la vida de los protagonistas que ven en ella la oportunidad de equilibrar sus vidas a corto plazo, pero que poco a poco va desquebrajándose y haciéndose insostenible hasta llegar a momentos de angustia que fácilmente podían haberse evitado de haber admitido la verdad desde el principio.
«La verdad es peligrosa, la mentira es fácil…. hasta que no lo es.»
13 Reasons Why
Una gran lección, y una piedra en la que solemos tropezar constantemente, hasta que dejamos de hacerlo.
Un abrazo, y hasta la próxima entrada.
Actualización:
Os dejo un episodio de Más Platón y menos WhatsApp (de José Carlos Ruiz) que habla de la Filosofía y la Sinceridad… no tiene desperdicio: